Conmemorando nuestros 204 años de independencia patria

En conmemoración de la independencia patria, nuestra universidad reunió a la comunidad educativa en un espacio de reflexión y aprendizaje.

A través de la conferencia “Los rostros de la libertad: arquetipo y anhelo de los pueblos”, impartida por nuestro docente Carlos Cordero, dialogamos sobre nuestro país y su historia.

Gracias a nuestra comunidad y a nuestro coro universitario por llenar este momento de sentido y conmemoración.


Escrito de nuestra conferencia:

Los rostros de la Libertad: arquetipo y anhelo de los pueblos.

Carlos Cordero.

“Mejor ser esclavos en un mundo romano que libres en una tierra de bárbaros”, expresión que resume las campañas de Julio César en las Galias y la vida bajo los ideales romanos. 

La libertad, del latín libertas, libertatis, es en un sentido amplio la capacidad humana de actuar por voluntad propia. Es el poder que permite a una persona decidir si desea o no hacer algo. Esta facultad no solo la hace libre, sino también responsable de sus actos en la medida en que comprenda sus consecuencias.

Según la Real Academia Española, es el derecho de los estados democráticos que aseguran la libre determinación de las personas. Sin embargo, más allá de una definición constituye todo un arquetipo, el cual según Carl Jung dice que son patrones universales que forman parte del inconsciente colectivo y son la contraparte psíquica del instinto. Son imágenes, tendencias comportamentales y de personalidad. Develan la estructura espiritual del Ser humano aclarando su destino a la luz de la evolución. 

Desde una óptica metafísica la libertad existe desde el Big Bang, con la liberación de la energía que dio paso al instante de la creación otorgando albedrío a los estados y cambios de la materia. La primera libertad que experimenta el Ser humano está en la salida del útero materno en un anhelo de salir y buscar la luz como alegoría de la salida del hombre de la Caverna a manera del mito de Platón. 

La libertad nos refiere a la creación de las repúblicas en la que los gobernados pueden establecer el marco de sus leyes según las cuales desean administrar los intereses de todos. La república como tal data desde tiempos ancestrales, en especial de la Antigua Grecia, si bien no operaba exactamente como lo hace hoy en día, ya que existía la esclavitud y eran gobernadas por una aristocracia militar, junto a un concilio de sabios que regían la ley y la religión.

A continuación, el Imperio Romano que alternó épocas de monarquía y de republicanismo, pero no fue hasta la caída de las monarquías absolutistas en Europa (alrededor del siglo XVIII) que la república se impuso como el sistema de gobierno electo por las masas.

Lo anterior, nos lleva a hablar de la libertad que incluye una serie de pilares republicanos entre los que están, el estado de derecho, el imperio de la ley y por último la separación de poderes.

Para los griegos, implicaba un orden cósmico o destino y del que no estaba exenta la autonomía política y la libertad individual (hombre ético), definiciones que veremos en narrativas como Prometeo encadenado o Edipo Rey. 

Los romanos herederos de la filosofía griega, replicaron estos conceptos, pero a través de su expansión en la época del imperio, quienes buscaban llevar “la libertad” a los pueblos bárbaros que sometían para incorporarlos a su dominio como una gesta civilizadora. 

Salvaban al mundo de la barbarie para incorporarlas al universo romano. En sus conquistas llevaban la “civitas” y enarbolaban sus estandartes con la divisa: SPQR: Senātus Populusque Rōmānus, es decir, el Poder del Pueblo de Roma.

Con la caída del Imperio Romano de Occidente, inicia la Edad Media, es en este período que las huestes de los reinos cristianos buscaban liberar la Tierra Santa que había caído en manos de los infieles sarracenos y con el llamado del papa Urbano II en el Concilio de Clermont de 1095 nacen las primeras cruzadas. 

En nombre de la libertad, sociedades, naciones, imperios y revoluciones han luchado por conseguirla o imponerla a otros.

La revolución francesa acabó con el Antiguo Régimen y consagró la libertad y la igualdad ante la ley, bases del actual Estado de derecho. Con ella se inicia la Edad Moderna. La revolución francesa toma lugar en 1789 en que se derrocó a Luis XVI, rey de Francia quien gobernaba en virtud del derecho divino de los reyes sobre todos los franceses, marcando un antes y un después del pensamiento político de los pueblos occidentales.

Es en el marco de esta gesta que surge Napoleón Bonaparte como defensor de los principios de la revolución y quien gobernará a usanza de los antiguos emperadores romanos y promoviendo un nuevo código civil, aboliendo privilegios de nacimiento y abogando por la libertad religiosa.

Es en el contexto de la revolución francesa que se asocia la divisa, Libertad, Igualdad y Fraternidad, lema que aparece por primera vez en el Libro VIII de Las Aventuras de Telémaco (1699) de Fénelon, obra que se inscribe en el género de literatura política crítica hacia el absolutismo en la etapa final del reinado de Luis XIV: en esta obra, Telémaco y Mentor son rescatados por un barco fenicio a cargo del capitán Adoam y conducidos a la tierra de Bética, donde los hombres vivían libres y se valoraban a todos por igual, estos no tenían posesiones egoístas de tierras o bienes, y de forma fraternal compartían unos con otros.

Libertad, Igualdad y fraternidad aparecerá en el discurso de Robespierre en la organización de las milicias nacionales de 1790 a través de la expresión: “El Pueblo Francés” y “Libertad, Igualdad, Fraternidad” en los uniformes y banderas.

La libertad es un sentimiento interior que va más allá de cualquier circunstancia exterior, ya que es un estado del alma. La igualdad significa que hombres y mujeres, niños y niñas deben gozar los mismos derechos, recursos y oportunidades, en términos metafísicos todos somos iguales en nuestra esencia espiritual, ya que, en el fondo, todos estamos conectados con lo indivisible, con esa esencia espiritual o inmortal.

Fraternidad, del latín frater, hermano, constituye un elemento de unión entre diversos hermanos. Partiendo de esta definición inicial, todos los seres humanos estamos hermanados. La hermandad, implica perseguir un bien común o un ideal.

Estos ideales estarán presentes en las gestas independentistas lideradas por George Washington en 1776; Jean-Jacques Dessalines en Haití en 1804 o en Suramérica desde 1810 con Simón Bolívar, José de San Martín o el Grito de Dolores dirigido por el Padre Miguel Hidalgo y Costilla y que culminaría en 1821 con la independencia de la Nueva España.

Estos movimientos no habrían sido posible sin la influencia de la revolución francesa y las reformas y políticas ilustradas como las promovidas por virrey Juan Vicente de Güemes Pacheco y Padilla, segundo conde de Revillagigedo que marcaron profundas reformas en la época colonial en Nueva España y que desembocaron posteriormente en las causas revolucionarias. 

En nuestro país El Salvador la gesta independentista inicia con el primer grito de independencia el 5 de noviembre de 1811 de la mano del general Manuel José Arce, los hermanos Aguilar y el presbítero y doctor José Matías Delgado quienes desde la intendencia de San Salvador se emanciparon ante las autoridades coloniales de la Capitanía general de Guatemala, quienes mantenían un monopolio comercial sobre la exportación del añil que constituía la base de la economía de la intendencia de San Salvador y sobre el resto de actividades comerciales de las provincias de Centroamérica, a lo que se sumó también las invasiones napoleónicas de España en 1808,  la deposición de Fernando VII  del trono y los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad de la revolución francesa.

Esta importante gesta se inició al sonido de las campanas de la Iglesia de la Merced con la gente reunida en la plaza del pueblo y en donde Manuel José Arce proclamó: “No hay rey, ni intendente, ni capitán general. Solo debemos obedecer a nuestros alcaldes”. 

Este movimiento inicial fue sofocado más no el anhelo de libertad en el corazón de los centroamericanos. Disturbios iniciaron en León, Nicaragua el 13 diciembre de ese mismo año y luego el 22 del mismo mes en Granada.  

Los involucrados en las revueltas fueron encarcelados y José Matías Delgado fue enviado a Guatemala en donde fue elegido representante de la Diputación Provincial de la capitanía en 1813 y nuevamente reelegido en 1820 con la restauración de la constitución española.

Sin embargo, este primer grito y la llama de la emancipación dio sus frutos cuando el 15 de septiembre de 1821 se firma el Acta de Independencia de Centroamérica en la ciudad de Guatemala y entre sus firmantes se encontraba el presbítero y Dr. José Matías Delgado.

El Dr. José Matías Delgado hacia el 28 de noviembre de 1821 se convertiría en el jefe político de la Provincia de San Salvador guiando sus esfuerzos en la separación de la provincia de Guatemala y evitar así, ser anexado al imperio mexicano.

Por su parte, Manuel José Arce se convertiría en el primer presidente de la República Federal de Centroamérica de 1825 a 1829 al consumarse la total independencia de México y España.

Explicar el simbolismo de la libertad es hacer un abordaje desde diferentes facetas dentro de una misma semiósfera en la que se encuentra una dimensión imaginaria en donde se muestran escudos y banderas, emblemas y elementos alegóricos como el gorro frigio; es hablar de emociones que surgen de la lucha de iguales, de dar la vida por una causa; es usar metáforas, como la salida de la caverna de Platón; es abrazar una ideología, aquella que ensalza los valores de Libertad, Igualdad y Fraternidad. 

La gesta de estos valerosos hombres es conmemorada cada 15 de septiembre, recodándonos mantener viva la llama de la independencia.  Esa luz y ese fuego de Prometeo que ahora resurge como Dios, Unión y Libertad.

Otras publicaciones

Dejanos un mensaje